Pepe Hurtado, vocación tardía, pero cierta

Hablar de Pepe Hurtado, de D. José Hurtado González, es hablar de un sacerdote y de una persona siempre en camino y en búsqueda a nivel humano, intelectual y espiritual. Ello no le resta de tener dasatinos, errores y cosas que corregir o mejorar en su vida. Pero, le avala que ha sido un hombre de Dios y que vivía para Dios y para sus responsabilidades parroquiales y diocesanas, sean las que sean.

 

Ha estado siempre muy unido a su familia de origen y viviendo con ellos, con sus padres, sus tías, su hermana, su cuñado y sus sobrinas. Aquí se cumplía el texto de Rut 1,15 que dice donde tu vayas yo iré, donde tu vivas yo viviré, donde tu mueras yo moriré y mi Dios será tu Dios. Una familia, una piña, hasta el último momento.

Fue una vocación tardía pero, cierta, como dice el refrán. Digo cierta porque ha amado su sacerdocio hasta última hora y no ha escatimado fuerzas para poder ejercerlo, dejando una bonita huella allá por donde ha pasado como párroco en la diócesis de Guadix-Baza: Cúllar, el Margen, Alamedilla, Purullena, San Miguel de Guadix y, en sus últimos años, ya jubilado, colaborando en la Parroquia Inmaculada Niña de la diócesis de Granada.

Su inquietud por anunciar lo mejor posible el evangelio, le llevó a buscar aquellas respuestas pastorales que mejor se adaptaban a las parroquias que tenía, haciendo un análisis detallado de la situación y dando la mejor respuesta. Fruto de ello fue la creación de los teleclub, cooperativas agrícolas, desarrollo de comunidades eclesiales, respuestas socio-caritativas, acompañamiento personal humano y espiritual, etc. También él se ha dejado acompañar.

Vivió su juventud en Madrid y en otros sitios, casi siempre en el ámbito urbano, en la ciudad, pues al ser su padre militar, eran continuos los traslados. Todo ello le sirvió para ir cogiendo experiencias que luego ha aplicado en el mundo rural al que, con complicaciones lógicas, supo adaptarse y vivir hasta entregar su vida.

Sin ser nacido en la diócesis de Guadix, pues era de las Alpujarras granadinas, del pueblo de Torvizcón, la ha amado como si de aquí fuera. Hasta el último momento ha estado ligado a ella, asistiendo a toda reunión que le era posible e interesándose por la marcha de la misma.

Persona inquieta intelectualmente. Era doctor en derecho internacional y fue profesor en la facultad de derecho de Granada hasta que se marchó al seminario hispanoamericano para vocaciones adultas, alentado por sacerdotes amigos y por el Obispo D. Rafael Álvarez Lara que luego, con acierto y atino, lo trajo a la diócesis de Guadix. Ejerciendo de párroco preparó la licenciatura en Psicopedagogía por la UNED y una vez jubilado, se licenció en derecho canónico en la Universidad de Comillas para echar una mano y servir en este tema a la diócesis. Hablaba francés, conocía bien el latín y llegó a aprender inglés e italiano.

Humanamente tenía su gracejo, como él decía, y también su genio y alguna que otra mala follá granaína -todo se pega-, pero no ha sido obstáculo para estar cercano, saber escuchar y dialogar. Mantenía sus amistades de juventud y compañeros de carrera que se encontraban alguna que otra vez al año para comer juntos y contar sus experiencias. Él era el único sacerdote de entre ellos y tiene anécdotas sugerentes para llenar un dossier.

En la salud y en la enfermedad nunca ha dejado de enseñarnos y de mantenerse al día pastoral e intelectualmente. Leía un montón de casi todo y, la prensa diaria, por supuesto. Daba gusto escucharle. En sus últimos años la vista le faltaba, pero se las ingenió para tener mecanismos de aumento que le facilitaran la lectura. Como digo, siempre inquieto y en búsqueda.

Como compañero sacerdote y, familiarmente, como “concuñado”, “tu concu”, como nos gustaba decirnos, te echaré bastante de menos.

 José Mª Tortosa Alarcón

Párroco de Jérez del Marquesado