Domingo de la Sagrada Familia. Ciclo C. 30 de diciembre de 2018

LOS HIJOS DE DIOS FORMAMOS UNA FAMILIA

Si la Palabra de Dios de este domingo nos quiere presentar a la familia de Nazaret como modelo de familia cristiana, ello no nos puede llevar a verla como una “super” familia en la que todo funciona perfectamente porque, si nos atenemos a lo que conocemos de ella a través del Nuevo Testamento, no les fue fácil, sino que, más bien, pusieron en práctica eso que Mari Patxi Ayerra llama “el arte de hacer familia” (Sal terrae, junio 1995) y que yo también os propongo.

Ya, desde su origen, tuvieron que enfrentarse con algunas dificultades no fáciles de resolver: María, desposada con José, “concebirá y dará a luz un hijo del Altísimo”; José pensó repudiarla; nacimiento lejos de la ciudad, en un establo, porque no hay sitio ni los acogen en los “hoteles” de la época; perseguidos por el rey Herodes huyen a Egipto; en Jerusalén, el niño se pierde, con la consiguiente preocupación de sus padres (Lc 2,41-52); y, así una serie de vicisitudes que provocan el buscar, recrear y ajustar la familia para que lo esencial de ella no se pierda, a saber, que cada miembro ha de poner de su parte para buscar el equilibrio y la comunicación frecuente; que, por amor de unos a otros, buscamos lo que nos une y lo potenciamos para rebajar y, si es posible, eliminar lo que nos divide; “Y, este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros” (1Jn 3,23). Que todos se sientan parte de algo común en donde la originalidad de cada miembro potencia y suma, dando identidad a toda la familia; que la referencia al Dios de la vida se mantiene en todo momento –“en la salud y en la enfermedad”-, porque es el motor de nuestras vidas y el sentido de ella; la maternidad, la paternidad y la misma vida, se entienden y se viven como un don de Dios que nos exige mimo y cuidado (Eclo 3,2-6.12-14). “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos” (Sal 127,1-5).
Y, contemplando la familia de Nazaret, aprendemos a escuchar en el silencio, a meditar el misterio y a trabajar y, sobre todo, a amarse mutuamente. También aprendemos a preocuparnos y crecer atentos a las necesidades de los demás, nos abrimos a otras realidades y tenemos presentes a los pobres, excluidos y los que menos tienen. Se convierte nuestra familia en un espacio abierto con la que se puede contar en cualquier circunstancia, “y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2,52). Todo este relato evangélico, parece ser un anticipo de la historia y vida de Jesús, toda ella centrada en la defensa de los intereses de Dios, su Padre. Pero, desde una clara afirmación de la humanidad de Jesús que, como un adolescente iba creciendo y madurando personalmente, tanto ante los hombres como ante Dios. Con este mensaje teológico, Lucas, quiere revelarnos la creciente personalidad de Jesús, su progresiva emancipación de las categorías socio-religiosas judías, su referencia absoluta al Padre, ya desde niño y, la incomprensión que recibirá por parte de todos: dirigentes, pueblo y discípulos.
Al empezar un año nuevo, pedimos la bendición de Dios, su favor y su paz para buscar, indagar, escudriñar y preguntarnos por la familia que queremos. Evidentemente, el que busca de verdad, encuentra, nos enseña la Palabra de Dios, pero hay que saber buscar y disponerse a conseguir lo que se desea. La segunda lectura de hoy (Col 3,12-21) nos puede ayudar, pues propone cómo han de ser las relaciones en la nueva familia de Jesús, que es la Iglesia. “Y, por encima, ceñíos el amor mutuo, que es el cinturón perfecto”. Buscamos la familia como una escuela de amor, de relación y de formación. En ella, todos aprenden continuamente. El perdón y la comprensión son la base de la estabilidad familiar y de la superación de las dificultades que surgen en las relaciones cotidianas. Aprendamos también a orar unos por otros y bendecirnos unos a otros.
José Mª Tortosa Alarcón. Párroco de Jérez del Marquesado, Albuñán y Cogollos

PREGUNTAS:
1. ¿Qué valores positivos y qué signos de esperanza descubro en la realidad familiar de hoy en día?
2. ¿Qué se ha de potenciar o crear en la Iglesia para que sea una auténtica familia? (Concretar en nuestro grupo, parroquia, movimiento…).
3. ¿Cómo buscamos y encontramos a Dios?

 

Dibujo de Miguel Redondo. Comentario de José María Tortosa. Y preguntas para la reflexión.