Cuarto Domingo de Pascua. Ciclo A. 7 de mayo de 2017
GUÍA, DEFIENDE Y DA SU VIDA
Adentrados en la Pascua de Resurrección, vamos a centrar hoy nuestra atención en Jesús como el “buen pastor” porque guía, defiende y da su vida para que todos tengamos vida en abundancia (Jn 10,10). Y para esto ha sido enviado por el Padre que quiere la salvación de todo hombre y mujer, así como que lleguemos al conocimiento pleno de la verdad que nos hace libres.
Al meditar este pasaje, no podemos olvidar que, con un lenguaje simbólico, se nos invita a caer en la cuenta de la tensión que supone presentar a Jesús como buen pastor diferente de ladrones y salteadores; es dejar claro que los dirigentes judíos de la época de Jesús se han alejado de Dios y oprimen al pueblo, a la gente sencilla. Para esta gente sencilla, la presencia de Jesús será motivo de gozo y seguridad, ya que busca el bien de cada persona y se presenta como única alternativa de vida: “yo soy la puerta verdadera” (Jn 10,1-10). Para mejor entender esto, necesitamos releer el capítulo 9 de San Juan y ver lo que Jesús hace con el ciego de nacimiento –se hace el encontradizo y lo acoge-, a diferencia de los fariseos que, como falsos pastores, asalariados, lo echan fuera de la sinagoga porque no tiene derecho a participar por su enfermedad.
No está de más que fijemos aquí nuestra atención cuando en nuestro mundo hay tantos reclamos y llamadas que quieren adularnos ofreciendo “paraísos” de todo tipo (fiscales, sociales, geográficos, festivos, políticos, religiosos) a los que hemos de rendir culto y entregar gran parte de nuestra vida y de lo que somos si, verdaderamente, queremos ser felices. Se nos invita a centrar toda nuestra atención en nosotros mismos hasta llegar a olvidar a los que nos rodean porque pueden ser un estorbo para nuestro desarrollo personal y nuestro protagonismo.
Cristo, el pastor, no se presenta actuando de esta manera, ni manipula ni instrumentaliza a las personas, sino que las personaliza y establece relaciones personales con cada una de ellas al llamarlas por su nombre: “y las ovejas lo siguen porque conocen su voz”. Y, el que así actúa, hace que te puedas sentir protegido y totalmente lleno, como se nos relata en el Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta”, nada temo aunque camine por senderos oscuros y dificultosos. Como sé que cuidan de mí y me hacen sentir seguro, puedo desarrollar lo mejor de mí.
Me da la sensación de que en nuestros contextos, en nuestras iglesias, vivimos más desde el miedo y la inseguridad, que desde la libertad, la acogida y la seguridad que nos da el sentirnos guiados por un buen pastor. Parece que hemos instaurado la desesperanza y los recelos a cambio de falsas seguridades y hemos olvidado que el seguimiento de Cristo se fundamenta en una experiencia profunda de libertad y de saber de quién me he fiado y que “sus heridas nos han curado” (1Pe 2,20b-25). Para volver a recuperar esto, se necesita una conversión, un nuevo bautismo que nos llama a “escapar de esta generación perversa” (Hch 2,14a.36-41) que sólo piensa en sí misma y olvida las necesidades reales de cada persona a la que Jesús llama por su nombre. Nos hace falta encontrar “la puerta” exacta para no tener que entrar por otra parte como si fuéramos ladrones y salteadores. Nos hace falta encontrar líderes que transmitan vida, que sean testigos de razones y alternativas para vivir, para esperar y para ser solidarios. Nos hacen falta personas que nos llamen por nuestro nombre y cuenten con nosotros. Nos hacen falta líderes que entren por la puerta principal y no traten de engañarnos ni robarnos lo mejor que tenemos.
Terminemos preguntando: “¿qué tenemos que hacer hermanos?” (Hch 2,14.36-40) y respondiendo: “si obrando el bien soportáis el sufrimiento hacéis una cosa hermosa ante Dios” (1Pe 2,20-25). Es plantear la vida misma de otra manera y revisar radicalmente el modo de ver, juzgar y valorar las cosas y las personas.
José Mª Tortosa Alarcón. Párroco de Jérez del Marquesado y Albuñán
PREGUNTAS:
1. Jesús como buen pastor y puerta ¿qué tipo de relaciones me invita a establecer con él?
2. ¿Cómo puede ser mi grupo, la iglesia “pastor y puerta” para los demás?
Dibujo de Miguel Redondo. Comentario de José María Tortosa. Y preguntas para la reflexión.