Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 28 de octubre de 2018
LAS PROPIEDADES CURATIVAS DE LA FE
La pedagogía de Dios mantiene viva la esperanza de todo el pueblo que él ha escogido como heredad: los exiliados volverán a la patria reuniendo a los dispersos –“os congregaré de los confines de la tierra”- y seré para ellos un padre (Jer 31,7-9). El salmista nos invita a repetir en todo momento que, “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125,3); alegres porque al llanto le sucede el canto, porque Dios cuenta con nosotros y no nos abandona. Alegres porque la última palabra de Dios sobre la tierra y el destino del ser humano no es la muerte y la desesperación, sino la vida y, la vida en abundancia. Esta esperanza se mantiene viva por la fe y por eso, podemos decir que, la fe tiene propiedades curativas, propiedades de consolación, propiedades de esperanza, de estímulo, cuando se vive en profundidad y sin infantilismos. Pero, es en la persona del Hijo (Jesús), “Sacerdote eterno según el rito de Melquisedec” (Hb 5,1-6) donde somos acogidos por Dios. Nosotros, como el ciego Bartimeo que nos presenta el Evangelio, caminamos con fe detrás de Jesús. Una fe que nos hace ver con claridad y nos da fuerzas para seguirle en cualquier circunstancia.