UN PALOMAR VACÍO
Dicen que las palomas nunca vuelan de sus palomares como no sea por razones muy importantes: la falta de agua, la ausencia de alimento o los excesos del frío y del calor. Ignoro cuáles serán las razones para que las palomas blancas encapotadas del manto azul del convento de la Concepción hayan volado, pero lo cierto es que desde ahora, ese inmenso palomar con cinco siglos de historia está vacío. Con él se queda hueco un trozo más del Guadix de siempre, camino del Guadix de nunca: nunca más la oración y el calor del canto de la alabanza divina, nunca más el suave modo de la sonrisa vestida, como las palomas, de blanco y azul… al modo de la Inmaculada.